Desde la experiencia vivida de un Investigador de Accidentes de Tránsito.
El alcance del accidente de tránsito no solo se limita a los costes sociales en términos económicos y sanitarios, sino que también implica un gran dolor y sufrimiento a los familiares.
Un accidente de tránsito, generalmente con consecuencias graves, en la que ha estado involucrado un miembro del grupo familiar, supone una total y súbita transformación del orden normal del resto de los integrantes de este núcleo, donde las condiciones del diario vivir se ven afectadas tanto psicológica como físicamente con afectación incluso que llevan a hacer abandono total o parcial del resto de la familia, de sus actividades laborales o profesionales y de su entorno relacional. Sin lugar a dudas es una situación de gran estrés y angustia que sólo el vivirla permite conocerla en su sentido emocional más profundo.
Para quienes hemos investigado accidentes de tránsito con resultados graves, principalmente donde ha habido pérdida de vidas humanas, se hace difícil de que sobrevengan ausencia de emociones e indiferencia, más todo lo contrario, la reflexión y el dolor se apodera por breve tiempo hasta regresar en breve al estatus de investigador, en donde transcurrido unos minutos se acercan a uno los familiares y amigos que precisan de manera angustiante se les informe correctamente de la persona afectada o víctima, que yace fallecida en algunas ocasiones en el mismo lugar del accidente y que no resulta fácil identificar por las circunstancias y manera de producción del siniestro que hacen irreconocible su reconocimiento y dan cuenta irrefutable de cuan frágil es la vida.
Mientras tanto, el relato de las últimas horas en que estuvieron con sus familiares es escuchado atentamente, algunos vieron frustrada su vida con tan sólo a los 18 años de edad, el padre que fue a dejar a su hijo de 3 años al jardín y después cuando se trasladaba a su trabajo en bicicleta fue arrollado por un camión que no respetó luz roja de semáforo, o respecto de aquel esposo que viajaba sin el cinturón de seguridad y pierde la vida al volcarse su vehículo, el alumno de tercer año de ingeniería y único hijo que se trasladaba como pasajero en un bus que volcó, quedando bajo los fierros retorcidos, y así tantos casos en lo que hemos sido testigos que el hacer recuerdo de estos nos permite forjarnos cada día en la disciplina que hemos escogido.
Frente a estos hechos relatados, donde somos testigos directos del escenario de angustia y desgarrador llanto que embarga a estas familias desesperadas, cabe confirmar la dura y triste realidad que cada siniestro vial que tiene alguna víctima mortal, significa que alguien perdió a un ser querido.
“Efectivamente, una de las circunstancias terribles, de las más terribles, es la de la muerte de un ser querido, que en algunas ocasiones se podrá tornar tan opresiva e insoportable, que la persona queda ahogada en la inmensa amargura de su pena. (Parellada D. Prólogo en Grollman E.A. Vivir cuando un ser querido ha muerto. Ediciones 29, Barcelona 1986.)”
Víctor Cancino Veloso – Experto en investigación de accidentes de tránsito